lunes, 31 de enero de 2011

Con la que está cayendo

La poesía viva y cambiante nos permite reinterpretar la realidad y superar la incertidumbre del futuro




Con la que está cayendo


ESPERANZA MEDINA POETA Y PROFESORA En unos días en que hablar del tiempo da frío, y hacerlo de la sociedad y su futuro produce incertidumbre y miedo, es un alivio escuchar a jóvenes cargados de proyectos, profundamente activos y sumergidos de lleno en la realidad que les toca vivir, buscando respuestas e interpretando las preguntas.

Con la que está cayendo es útil hablar de poesía, de la poesía que supone analizarse a uno mismo, mirar alrededor, sentir como propio cada guiño, cada gesto que se nos acerca. Porque nadie que hable de poesía debe ser indiferente al mundo que le rodea.

Es difícil ser sensible ante la belleza e insensible ante la injusticia o el dolor. Al menos así lo he percibido en los jóvenes escritores que acompañaban el jueves pasado a la ganadora del Premio Ana de Valle de poesía del 2009 en la presentación de su libro «Provocatio», y en ella misma.

Sara Herrera Peralta se acerca a la literatura desde la observación de lo que le rodea. Su visión propia y personal de la sociedad está en lo que escribe.

Convivir con la poesía para mí siempre es un placer, pero con la poesía viva y cambiante, con la que late por sí misma y nos hace reinterpretar una y otra vez la realidad y el mundo, con miradas diferentes que nos llevan por caminos diversos.

Por eso cuando pienso en el único premio de poesía que se convoca en Avilés, en un Avilés que parece que cada vez es más cultura y menos «malos humos», me da un poco de pena comprobar que no somos demasiados los interesados en compartir con su autora algunos poemas. Quizás el resto espera el libro para disfrutarlo en la tranquilidad de sus casas.

Me produce también una cierta desazón comprobar que las poetas que han ganado este premio en los últimos años, y con las que he coincidido, aún teniendo interés por conocer algo de Ana de Valle, apenas encuentran algunos datos biográficos y poco más en la red.

Ana de Valle escribía y vivía en Avilés, pertenecía a su ciudad y a su época, a su sociedad y a sus ideales, que le llevaron a transitar un camino difícil, ¿no se merece que al menos las personas que se acercan a su premio puedan leer algo de su obra? Quizás fuese bueno hacer una pequeña edición con la palabra de la mujer que da nombre al único premio poético de esta villa que parece que camina hacia la cultura con mayúsculas y se olvida un poco de las minúsculas y los anónimos puntos suspensivos.

martes, 18 de enero de 2011

Deporte y deportividad

La «mens sana» tiene que ver con el espíritu equilibrado



Deporte y deportividad


ESPERANZA MEDINA POETA Y PROFESORA Todos hemos admitido ya como cierta y loable la vieja máxima de «mens sana in corpore sano», que se podría interpretar como la conveniencia de mantener un espíritu equilibrado en un cuerpo equilibrado. Este es uno de los motivos por los que en los colegios la Educación Física, la psicomotricidad forman parte importante de las programaciones del centro ya desde los más pequeños.

Se fomenta además el deporte y llevamos a nuestros hijos e hijas a practicarlo en sus más variadas modalidades desde edades muy tempranas. El deporte favorece, además, la organización de estos niños y niñas, el aprendizaje del trabajo en equipo, la conciencia de pertenencia al grupo y de la importancia de lo que cada uno aporta a él en la medida de sus posibilidades. Por consiguiente la valoración, no sólo del propio esfuerzo, sino también del de los compañeros, e incluso de los rivales. Quizás ésta podría ser una buena definición de deportividad que, aunque es un aprendizaje más para los niños, a sus padres y madres, como se decía del valor en la antigua y ya casi olvidada «mili», se les supone.

Y ahí está el error. En suponer altas dosis de deportividad en todos los adultos que acompañan a los niños en sus competiciones deportivas. Recuerdo a uno de mis ex alumnos cuando con 6 años me comentaba ilusionadísimo que estaba entrenando con un equipo de fútbol, me detallaba lo que hacían en los partidos y cómo su entrenador les decía «sal a matar». Y él, claro, salía a lo que hiciese falta, en detrimento de las pantorrillas del equipo contrario.

Muchas veces no somos conscientes de que el deporte tiene un lenguaje metafórico que en ocasiones se puede interpretar de manera literal. Y la literalidad de «salir a matar» es bastante dura. Convendría, por tanto, moderar este lenguaje, porque no dudo del alto nivel de deportividad que mueve a todos estos jóvenes (y no tan jóvenes) que entrenan pequeños equipos de barrio, de pueblo, de colegio.

No estoy muy segura, sin embargo, de que lo mismo ocurra con todos los padres y madres de esta infancia deportista. No conozco a nadie que acompañe a sus hijos a los partidos y no relate algún caso de progenitor (léase hombre o mujer) energúmeno que no sólo increpe e insulte al árbitro, sino también incluso a alguno de los jugadores del equipo contrario, como si no fuesen niños y niñas iguales a los suyos.

En fin, que una se alegra de que cada vez haya más posibilidades de ejercitar algún deporte y desearía que a la vez se encontrara la manera de ejercitar en todos los casos, con carácter retroactivo si fuese necesario, una absoluta y sana deportividad. Por aquello de que el espíritu también esté equilibrado.

martes, 4 de enero de 2011

Exámenes

No soporto la idea de tener que demostrar lo que sé o lo que valgo



Exámenes


ESPERANZA MEDINA Nunca me gustaron los exámenes. Ni los académicos ni los otros. No soporto la idea de tener que demostrar lo que sé o lo que valgo. Nunca he sentido ningún interés por hacerlos, ni tampoco por corregirlos. Quizás esa sea una de las razones por las que me gusta la etapa de la educación en la que trabajo, la evaluación de mis alumnos no depende en absoluto de ejercicios y pruebas en las que se sientan examinados.

Algunos hemos hecho tantos exámenes en nuestra vida que hay quien puede pensar que vamos a ellos como quien va de paseo. Pues no, nada más lejos de la realidad.

Porque a pesar del esfuerzo uno se arriesga siempre a no responder de manera adecuada y suspender la prueba. Y no es sólo la decepción lo que se teme en ese momento, sino tener volver a retomar lo aprendido y empezar de nuevo.

Entre las muchas cosas que he tenido que estudiar a lo largo de mi vida (para examinarme, se entiende) han estado ciertas nociones de psicología y aunque no domino esta materia sí puedo decir que hay teorías con las que estoy bastante de acuerdo, como aquella que se refiere a la manera de enfocar los fallos y los logros personales dependiendo de la perspectiva. Somos tendentes a achacar nuestros fallos a agentes externos y nuestros logros únicamente al mérito propio, mientras que desde fuera ocurre todo lo contrario: para los demás nuestros méritos se deben generalmente a causantes externos y nuestros fracasos a nuestra ineptitud personal. Piensen si no en aquel objetivo que se habían marcado y que tanto tiempo y esfuerzo les costó conseguir, para que luego llegue un amigo cualquiera y les diga eso de «vaya suerte que tienes, así ya se puede» y ustedes se quedan pensando en que es una pena no haber sabido antes que era sólo cuestión de suerte para haber dedicado su tiempo a actividades más divertidas.

Y ese precisamente es el motivo por el que he decidido no acabar el año haciendo ningún tipo de examen de los doce meses anteriores, porque aunque el balance fuese negativo siempre puedo decir que no fue culpa mía y si saliese positivo ya habría quien pensase que no fue gracias a mí, así que me aplico el cuento de algunos políticos y siempre gano.

En cuanto al año que entra, miedo me da hacer una lista de propósitos. Será que me condiciona este ambiente general de incertidumbre, ese deseo de «nunca peor» que ha sustituido en tantas ocasiones la presente Navidad al consabido «feliz año» de las anteriores.

No hay buenas perspectivas. Quizás sea porque quienes debieran no hacen examen de conciencia. Así nos va al resto.