miércoles, 24 de abril de 2013

Primavera en la escuela

El profesorado, pieza clave en la enseñanza

Primavera en la escuela


 

Lo estábamos deseando. Necesitábamos confirmar que el sol puede salir tres días seguidos, que ni la lluvia ni el invierno son para siempre. Que los parques siguen en su sitio, que después del colegio hay vida al aire libre. Aunque solo sea un espejismo que dure poco porque, por mucho optimismo que queramos acumular, el otoño está a la vuelta de la esquina.

Y ellos no lo saben, volverán al colegio con «las pilas recargadas» del verano, deseando encontrarse con sus compañeros y compañeras otra vez. Quizá sin muchas ganas de retomar el trabajo, los ejercicios, los exámenes, pero lo que sí es seguro es que muchos de ellos volverán contando el nuevo curso con menos ayuda, menos profesores para apoyar sus dificultades, porque en la mayoría de los centros públicos asturianos se ha suprimido alguna plaza de profesor (habrá unos 170 menos que este curso).

Supongo que la Administración considera que con menos se debe hacer más, pero las familias y los docentes saben que nunca es así, que el tiempo es limitado y que si hay que ocuparse de veinticinco alumnos y alumnas a la vez es imposible darles a cada uno toda la atención que se merecen.

Espero que esto sea un bache y que a no mucho tardar volvamos a disponer de más horario para apoyar a esos niños que, sin tener grandes dificultades en su aprendizaje, sí necesitan en determinados momentos un refuerzo que les ayudará a pasar de curso sin mayores problemas.

Sería muy triste volver a aquella enseñanza que yo viví, con treinta o cuarenta alumnos por aula, en la que aprender consistía en memorizar datos que luego se olvidaban con gran facilidad. Quien podía hacerlo progresaba y quien no, se iba quedando atrás.

A los políticos, a la gente corriente de la calle, se nos llena la boca cuando hablamos de la necesidad de una enseñanza de calidad (ya nos hemos aprendido el término de tanto oírlo), pero no crean ustedes que ni todos tenemos la misma idea ni, por supuesto, estamos de acuerdo en los términos de esa calidad.

Lo que sí sabemos es que la enseñanza es mejorable. Dejaría de serlo si no fuese así, si no estuviese en constante evolución, si no se acoplase al avance de la vida y de la sociedad.

Por supuesto, también los docentes somos mejorables, empezando por la propia formación universitaria que debería ser revisada y mimada como si de la tarea más importante para la sociedad se tratase. Pero lo que sí es seguro es que «sin profesores no hay escuela» por muchas primaveras que vayamos acumulando.



martes, 9 de abril de 2013

Un Nobel de la palabra


La presencia de Seamus Heaney en Avilés

Buscar la palabra justa, la que diga exactamente lo que queremos. Buscar la que no nos delate. O simplemente hablar, escribir o escuchar sin más interés que dejar que las palabras fluyan, que cumplan su cometido de relacionarnos, de transportar la realidad fugaz a un estado más duradero.

Nombrar las cosas es la mejor manera de perpetuarlas. Todo lo que recordamos ha sido nombrado alguna vez. Nuestro pensamiento está tan unido a las palabras, a las que nos hacen felices y a las que nos hacen sufrir, incluso a las banales que nos cuesta recordar poco después de haberlas pronunciado, que cuando somos capaces de articular con ellas emociones, ideas o deseos, sentimos, cierta tranquilidad, porque todo está en su sitio, definido, incluso si es para enfrentarnos a lo que no nos gusta.

Siempre he creído en el poder de la palabra, en la que reconforta y en la que hiere. Quizá por eso la busco tantas veces, entre la música, en las páginas de un libro, en la propia voz de los poetas. Quizá por eso me sorprenda tanto comprobar una y otra vez lo poco que interesan esas mismas palabras que a mí me mueven.

La última vez ha sido hace unos días. «El poeta actual más importante en lengua inglesa», un premio Nobel de Literatura (un premio Nobel de la palabra), se acercó a Avilés a recitarnos sus versos. Seamus Heaney dedicó parte de su tiempo al público del ciclo «Palabra» que se viene desarrollando desde hace unos meses en la cúpula del Centro Niemeyer y que, a pesar de la importancia de los autores, nunca se llena.

Circunstancia favorable, todo hay que decirlo, para aquellos que queremos acercarnos a estos actos sin necesidad de guardar grandes colas o madrugar en exceso para conseguir una entrada. Pero triste, sin embargo, si pensamos qué pasaría si quienes viniesen a «hablar» fuesen algunos de los protagonistas de cualquiera de los «reality shows» que triunfan en la televisión. Es posible que hubiese que hacerlo en el auditorio por cuestiones de aforo.

Hace unos años coincidía en la peluquería con una de esas concursantes cuyo único mérito era generar polémica ante las cámaras. Tuvieron que explicarme quién era y por qué se montaba tanto revuelo al entrar ella.

Tengo que confesar que es muy probable que si el mismo Seamus Heaney se hubiese sentado a mi lado ese día para cortarse el pelo yo no lo hubiese reconocido. Y podría haber sido así, porque no es la primera vez que visita nuestra comarca, que crea y comparte en Asturias su palabra.

Y nosotros dándole importancia a lo que no la tiene. No tenemos remedio.