martes, 23 de diciembre de 2008

La culpa es del cine

La culpa es del cine


Un estudio dice que las comedias románticas pueden estropear las relaciones amorosas porque colocan el listón muy alto


ESPERANZA MEDINA PROFESORA Y POETA Imagino que todos los estudios sociológicos que hacen las universidades serias tienen una base sólida. Precisamente quien opina simplemente guiada por intuiciones soy yo misma, pero no deja de sorprenderme lo que leí últimamente en la prensa: «Las comedias románticas "made in Hollywood" pueden estropear una relación amorosa porque colocan el listón muy alto en materia de expectativas, según un estudio de la Universidad Heriot-Watt, de Edimburgo». Pero si realmente es así, hace mucho tiempo que los escritores de guiones, novelas y cuentos se han confabulado para deshacer nuestras relaciones de pareja. ¿O es que la imagen que nos transmitieron en nuestra infancia con «Blancanieves», «La bella durmiente» o «Cenicienta» no es la de una relación idílica, con flechazo incluido y siempre ajeno a cualquier preocupación laboral o económica? Al final, el esquema de Hollywood vuelve a ser ése.

Y es que en la vida real, por suerte, no se acaba todo cuando se dan el beso. Pero escritores y guionistas tiene derecho a poner fin a su obra cuando les parezca, sin final feliz deja de ser una comedia romántica.

No obstante, debo reconocer que a mí lo que realmente me influye es leer cualquier novela. Mientras dura su lectura me invade inconscientemente el ambiente que describe: si es de suspense, miro con recelo a mis compañeros de viaje en el tren cada mañana; si el suspense se transforma en miedo, me levanto durante la noche a comprobar que la puerta de casa está cerrada porque me pareció oír un ruido extraño; si es histórica, me empapo de la época en que se desarrolla intentando descubrir cómo sería mi vida entonces.

En cualquier caso, aunque me sumerja hasta tal punto en lo que leo, nadie debe preocuparse, puesto que una vez que termino la novela deja de influirme su «maleficio», y estoy lista para empezar una nueva aventura con otra novela. A todos nos gusta jugar a vivir otras vidas cuyas consecuencias, en estos casos, son totalmente reversibles.

Aunque claro, a ninguno se nos escapa que eso de querer vivir la ficción por encima de nuestra propia vida no es ninguna novedad, fíjense si no en lo que le hicieron a Don Alonso Quijano las novelas de caballerías, de lo cual dejó buen testimonio Don Miguel de Cervantes. Me pregunto qué habría leído él.

En fin, que no sé si echar la culpa de que se acabe una relación a las comedias románticas tendrá suficiente base científica, pero igual es una buena excusa para quien no sepa cómo terminarla: «Cariño, no es que no te quiera, es que no te pareces nada a Richard Gere en "Pretty woman", igual cuela.

martes, 9 de diciembre de 2008

Juguetes "didácticos"

Juguetes «didácticos»



En estas fechas de regalos para los niños, no debemos dejarnos engañar con juguetes supuestamente educativos


ESPERANZA MEDINA PROFESORA Y POETA Ya en el siglo XVI el escritor y filósofo francés Michel de Montaigne nos hablaba del juego y los niños en los siguientes términos: «Los juegos infantiles no son tales juegos, sino sus más serias actividades». Hemos dejado pasar casi cinco siglos y seguimos sin tomarnos en serio esta actividad infantil.

Estamos convencidos de que ser adultos es un costoso ejercicio que nos da derecho a decidir qué es y qué no es importante en la vida de los otros, esta idea nos traiciona la mayor parte de las veces. Para nosotros «jugar» es perder el tiempo o, en el mejor de los casos, emplearlo de una forma lúdica y prescindible. Jugamos para entretenernos, nunca por necesidad, salvo en las situaciones en las que se convierte en algo patológico y por consiguiente en una enfermedad que resulta muy difícil superar.

Recordemos que el niño crece, aprende, experimenta, descubre, conoce, etcétera, absolutamente todo a través de una serie de actividades complejas y altamente motivadoras para él que los adultos llamamos «juego» quitándole con este nombre la trascendencia, seriedad e importancia que debe tener (si no fuesen motivadoras ni caminaría, ni hablaría ni desarrollaría absolutamente ninguna de sus capacidades, no al menos con la rapidez que lo hace en los primeros años de su vida).

Estamos en unas fechas donde «reyes» y «papá noeles» se dedican a visitar las casas dejando juguetes en exceso, y es que, habitualmente, la mayoría de nosotros confundimos el juego con los juguetes, y atiborramos a los niños y niñas con artefactos de todo tipo, cada vez más sofisticados, más «interactivos» y más alejados de la experimentación y la creatividad.

Lo hacemos con la mejor intención del mundo, porque buscamos incansablemente «juguetes didácticos» para que nuestros hijos, nietos o sobrinos tengan estos días de abundancia de regalos lo mejor de lo mejor, a veces teniendo que desplazarnos a más de una ciudad porque se ha agotado esa fantástica novedad que continuamente anuncian en la televisión.

No es el juguete lo didáctico, sino el juego y el consiguiente aprendizaje que posibilita ese juguete; así si le damos a un niño una caja de cartón lo suficientemente grande como para meterse él dentro, aunque no seamos conscientes de ello, le estaremos facilitando un material altamente didáctico y totalmente «interactivo»: no sólo podrá meter y sacar objetos de ella comprendiendo el concepto «dentro/fuera», sino que además podrá experimentarlo con su propio cuerpo entrando en la caja; podrá crear en su mente realidades diferentes que le ayudarán a «aprender a ser» (un coche de bomberos, un barco, una casa, un avión), y si añadimos a esa caja un amigo o amiga el juego se convierte en algo mucho más interesante y enriquecedor. No hay nada más «didáctico» que un compañero de juegos.

En fin, que no es oro todo lo que reluce y que no debemos dejarnos engañar. Está bien gastarse un «dinerín» en juguetes no vaya a ser que a las empresas jugueteras les aceleremos la crisis, pero sabiendo que didáctico para el niño es lo que le ayuda a aprender y que nosotros somos el material más didáctico que podemos ofrecerle.

¡A ser buenos, que este año igual nos cae el scalextric!