miércoles, 29 de febrero de 2012

Trenes

Recuerdos infantiles del ferrocarril avilesino

Trenes







ESPERANZA MEDINA PROFESORA Y POETA Hace poco me recordaban la importancia de la llegada a Avilés del ferrocarril allá por los últimos años del siglo XIX.

Y aunque no sea un hecho en absoluto trascendente, ese ferrocarril tiene mucho que ver con mi historia personal. El cruce de vías ocurrió unos cuantos años después de aquella llegada y bastantes antes de que yo misma llegara, no sólo a esta villa, sino incluso a esta vida.

Fue hacia 1939, finalizada ya la guerra, aunque no sé precisar el mes, cuando enviaron a mi abuelo (ferroviario) a trabajar a San Juan de Nieva. Mi padre contaba que fue una especie de destierro político, pero ya no puedo indagar en esa historia, los protagonistas me han ido abandonando.

Con el tiempo nací yo, en una familia de ferroviarios (mi padre también lo fue). O quizá debo decir en «dos familias de ferroviarios»: la personal, la de casa, y la gran familia de todos los que subíamos al tren con «kilométrico» (quienes lo hayan vivido saben de qué hablo).

El tren era entonces para mí algo tan propio como las escaleras o el portal de mi edificio. Mío y de otros, por supuesto, pero también mío. La estación de Avilés, la de San Juan de Nieva, las vías, las traviesas, la catenaria eran todas ellas parte de mi entorno, aunque no viviera cerca de ninguna de ellas.

Pero que esto no lleve a engaños, no le tengo ningún aprecio al trazado original de las vías, las prefiero ocultas a su paso por la ciudad. Sin embargo, sí siento una gran pena al ver en lo que se ha convertido San Juan de Nieva, un basurero justificado por «el progreso». Otro desmán más, achacable sólo a la cortísima visión de futuro que parece sufrimos los avilesinos. Quizás encontremos con el tiempo la cura para este trastorno endémico, quién sabe.

Me preguntaban una vez por qué cuando escribo sobre el tren siempre va unido a sentimientos tristes. Lo cierto es que hasta entonces no me había dado cuenta de que era así, el tren para mí representaba viajes, ocio, alegría, incluso si sólo lo veía pasar cargado de personas con un destino, o cuando contaba los vagones de mercancías, convoyes larguísimos siempre, cuyo número olvidaba inmediatamente después de haberlo hecho. Supongo que será porque ahora estoy más sola en ese recuento y porque la vía, aunque parezca quieta y siempre la misma, es engañosa como los ríos y discurre, sin que nos demos cuenta, alejándonos del pasado y de lo que creíamos poseer.

martes, 14 de febrero de 2012

De conveniencia

Ahora oímos hablar del fenómeno opuesto







Matrimonios de conveniencia
ESPERANZA MEDINA POETA Y PROFESORA Recuerdo aquella película de Andie Macdowel y Gérard de Pardieu, «Matrimonio por conveniencia», un romántico relato que convertía una situación hostil y desesperada en una historia de amor. Cosas del cine, ya se sabe.

Aunque pueda transformarse en un tema muy cinematográfico a poco que se empeñe un director (sea con final feliz o no) es, sin duda, una circunstancia muy vigente; incluso echando un vistazo en internet se pueden encontrar anuncios en los que ciudadanos españoles se anuncian para realizar este tipo de matrimonios a cambio de dinero y personas extranjeras ofrecen cantidades monetarias a quien quiera contraer matrimonio con ellas para conseguir la residencia española, por ejemplo.

Por supuesto que esto es propicio a timos y estafas, agravado por el hecho de que, como es una situación ilegal, difícilmente se puede recuperar el dinero estafado.

Pero ahora oímos hablar del fenómeno aparentemente opuesto: divorcios de conveniencia. Parece ser que ha aumentado este tipo de divorcios para intentar evitar la pérdida de los bienes de la pareja atribuyéndolos a la persona de la que el deudor se ha divorciado.

Me ha dejado muy intrigada cómo se comprueba si un divorcio es de verdad o pura apariencia. En ocasiones, aunque no sea la situación ideal, he sabido de parejas que se divorcian pero que tienen que seguir conviviendo un tiempo en el mismo domicilio porque no pueden disponer de una vivienda diferente para cada uno de ellos. ¿Deberán demostrar en ese caso que no se dirigen la palabra cuando se cruzan por el pasillo?

En relación con esto de las deudas y los embargos, que por desgracia cada vez está de más actualidad, me ha llegado últimamente al correo electrónico una de esas «cadenas» que supuestamente no deben parar de reenviarse y que, al menos en mi caso, suelen morir en la bandeja de entrada. Comentaba cómo hacer para que en el caso de embargarte la vivienda habitual no puedan echarte de ella: creo que el truco consistía en hacerle un contrato de alquiler a un familiar por una cantidad simbólica. No tengo ni idea de si eso es o no cierto, pero entiendo que muchas personas pasan por situaciones desesperadas y cualquier salida puede parecer factible, aunque no sea muy legal.

En cualquier caso, todo ello parece que más que a la comedia romántica hollywoodiense apunta a la agridulce sátira de Berlanga.