martes, 23 de junio de 2009

El día de la palabra

El día de la palabra


Las lenguas son un patrimonio cultural que nos pertenece a todos, hablémoslas o no


ESPERANZA MEDINA PROFESORA Y POETA El día 20 de junio se ha celebrado por primera vez el «Día del español». Un idioma que hablan más de 450 millones de personas y es oficial en 21 países. Los cálculos aseguran que dentro de tres generaciones será una lengua entendida por el diez por ciento de la población mundial.

Aunque quizás dentro de tres generaciones yo ya ni escriba ni hable en castellano (ni en ninguna otra lengua, claro está), me ha hecho ilusión pensar que esta sensación que tengo a veces de incomunicación al no poder entender todos los idiomas que me rodean, será menor, porque habrá más personas que sí podrían entenderme a mí.

Y es que las lenguas (mayoritarias o no) son un fuerte patrimonio cultural que nos pertenece a todos, hablantes o no hablantes de esas lenguas. De la misma manera que las catedrales e iglesias, como bien artístico, pertenecen a creyentes y agnósticos por igual. Ese sentimiento me lleva a soñar que entiendo todos los idiomas, aunque mi oído y mi cerebro me vuelvan a la realidad constantemente.

Para celebrar ese día desde el Instituto Cervantes se lanzó una lluvia de palabras elegidas por los internautas (estamos claramente de lleno en el siglo XXI). Curiosamente la palabra preferida por estos proponedores de palabras fue «malevo». Debo confesar que no la he usado en mi vida, y que tuve que acercarme al diccionario a buscar su significado por si no tenía nada que ver con el «matón» de los tangos que me venía a la mente al leerla. El diccionario me dio la razón y me confirmó que malevo equivale a malhechor o matón. Nunca se me hubiese ocurrido escribir esa palabra si me preguntan por mi preferida.

Es posible que algo profundo esté cambiando en el idioma o quizás que unos cuantos internautas decidieran gastar una broma a quienes recibieron esa lluvia de palabras, ya que a alguno le habrá caído la palabra «malevo» en la cabeza, digo yo.

En cualquier caso, sean malevos o no, cada hablante reconstruye un patrimonio cultural que nos pertenece a todos, patrimonio cultural vivo y cambiante como pocos. Enriquecido por cada acepción nueva, por cada vocablo que se incorpora y se expande por nuestra lengua.

No soy muy partidaria de celebrar los «días de», pero si tuviera que inventarme uno elegiría el de la palabra, la que nos acerca y nos une, sea en el idioma que sea, nunca la que nos diferencia. Que en las dos direcciones se pueden empuñar los vocablos de cualquier lengua.

martes, 9 de junio de 2009

Sestaferia

Sestaferia


Las disputas limítrofes entre los concejos poco ayudan a mejorar la vida de los vecinos




ESPERANZA MEDINA PROFESORA Y POETA Desde hace un tiempo ya tengo la extraña sensación de vivir en una isla. Y no es una cuestión tan retórica como puede parecer, no me refiero al aislamiento o la soledad personal que uno puede sentir en determinados momentos de su vida. En realidad mi isla no está rodeada de mar por todas partes, sino de líneas. De líneas imaginarias pero que me empieza a dar miedo pisar cada vez que me muevo por Avilés. Y es que es éste un concejo tan pequeño que es fácil salirse de sus límites.

Es cierto que cada región, cada pueblo, cada barrio, cada ciudad (cada comunidad de vecinos si me apuran) tiene su propia idiosincrasia ¿cómo no va a ser así si cada uno de nosotros somos diferentes?, pero también es cierto que nos va mejor cuando nos relacionamos, cuando compartimos experiencias y ampliamos horizontes (mismamente mientras hacemos cola en la pescadería o en la parada del autobús). Es esto lo que me hace no acabar de entender que los concejos que vivimos pegaditos no crezcamos codo con codo caminando hacia los mismos intereses.

Es posible que esta incomprensión mía sea fruto de la ignorancia, y entonces pido a quienes saben bastante más que yo mil perdones. Pero es que siempre he creído que nos iría mejor, en cuanto a servicios, a los ciudadanos si ayuntamientos como el de Corvera, Castrillón, Gozón, Avilés unificaran fuerzas y ofertas de bienestar a quienes los habitamos. Es incomprensible que la limpieza de determinado entorno, por ejemplo, no se realice porque depende de «a quien le toca» o «quien puede».

No nos vamos a llevar nada de esta vida, sólo tenemos lo que nos hace disfrutar. Cosas pequeñas a veces, cotidianas, como pasear por la margen de una ría limpia, o por un sendero que nos lleva a un pequeño bosque, o merendar al borde de un pantano, o ver cómo rompe el mar en los acantilados.

Cosas simples que son de todos, llamémonos avilesinos, gozoniegos, corveranos, etcétera, porque en ese rincón afectivo en que lo externo me pertenece, tan míos son los soportales de Galiana como el pantano de Trasona, la playa de Salinas o el Cabo Peñas. Tan míos como de todos ustedes o de cualquier visitante que se acerque por la zona a disfrutar de nuestro entorno. Eso sí, siempre que los tengamos bien cuidados y nos relacionemos como buenos vecinos que somos, no olvidemos aquello de la sestaferia, que tan buen resultado dio para esto de los servicios vecinales.