martes, 31 de agosto de 2010

Indefensos

Indefensos

La protección de algunos desprotege a otros



ESPERANZA MEDINA
PROFESORA Y ESCRITORA Aunque yo no recuerde si los he visto alguna vez, los billetes de 500 euros existen. Imagínense, por ejemplo, que ustedes tienen uno, que lo utilizan para hacer una compra considerablemente inferior a esa cantidad, como es lógico, la persona encargada de devolverle la diferencia comprobará con sumo cuidado que su billete sea auténtico. Una vez hecho esto le devolverá unos cuantos billetes de 50 euros, quizá de 100. Y entonces usted, honrado ciudadano o ciudadana, tiene que fiarse enteramente del personal de la tienda y salir rezando para que los billetes que ahora lleva en el bolsillo sean todos y cada uno de ellos auténticos al cien por ciento. Nadie los ha pasado por la maquinita para devolvérselos explicándole claramente la diferencia que hay entre uno y otro. Y créanme, la posibilidad existe. Hace algunos años a un familiar cercano en el mismísimo banco le entregaron un billete falso, aunque en ese caso todo tuvo un final feliz y se lo cambiaron por uno auténtico. Pero vaya usted a cualquier entidad bancaria con uno falso en la mano y a ver qué pasa.

Y es que los usuarios de los servicios públicos vivimos desprotegidos ante lo que ellos se protegen. Otro ejemplo es el referido a la grabación de las conversaciones cada vez que usted realiza algún tipo de gestión telefónica. Una amable voz le avisa de que su conversación será grabada, bien (piensa usted), así no habrá dudas si más adelante tiene que hacer una reclamación. Terrible error el suyo, porque la grabación de la conversación sólo funciona en un sentido (para ellos), porque si, como ha sido mi caso, en un primer diálogo alguien le comenta unas ciertas condiciones de telefonía móvil que considera favorables, cuando por fin unos días después decide ponerlas en práctica resulta que otra voz amable (que también grabará su conversación) le habla de unas condiciones diferentes alegando que siempre han sido así. No sirve de nada argüir que hay una grabación de una fecha anterior que pueden comprobar, lo que hay es lo que hay, o lo toma o lo deja. Quizá debería buscarme un teléfono móvil con grabadora simultánea y advertir cada vez que llamo a cualquier empresa que nuestra conversación será grabada para su tranquilidad, y la mía, claro. Me gustaría ver la cara que se les pone del otro lado del teléfono.

En fin, que somos ciudadanos indefensos, ingenuos la mayor parte de las veces y crédulos hasta el absurdo. Quién nos lo iba a decir, con lo listos que parecemos.

martes, 17 de agosto de 2010

La cabina

La cabina

Aquellos veranos en los que se formaban colas para usar el teléfono público



ESPERANZA MEDINA PROFESORA Y POETA Nos cuesta percibir los grandes cambios a los que nos vamos acoplando a lo largo de los años; es sólo cuando se nos ocurre comparar los pequeños detalles de nuestra infancia con la de nuestros hijos cuando nos descubrimos contando historias que suenan parecidas a aquellas de nuestros propios abuelos que comenzaban siempre: «Cuando yo era joven», y es que en realidad no somos tan diferentes después de todo. Ni la juventud está perdida ni cualquier tiempo pasado fue mejor.

Como ejemplo sirva el recuerdo de ciertos rituales vacacionales que me vienen hoy a la memoria: cuando uno se iba de vacaciones contraía con sus familiares más cercanos un compromiso ineludible (y no me refiero precisamente a comprarles un recuerdo) que debía cumplir sin dilación a la llegada y en alguna que otra ocasión dependiendo de la duración de la estancia vacacional o de la movilidad de esos días, y es que era necesario buscar una cabina para llamar por teléfono y confirmar que estábamos bien.

Si en este mismo momento preguntara a alguno de ustedes dónde hay una cabina cercana a su casa es muy posible que la mayoría no supiera contestar. No se preocupen, yo tuve que hacer un importante esfuerzo para recordar dónde están las dos más próximas a la mía.

Pues bien, que sepan los más jóvenes que hace unos años (pongamos veinte por decir algo) en cada pueblo había al menos una cabina que en época de veraneo, y si la localidad recibía visitantes, estaba muy solicitada, sobre todo a las horas de menos calor en las que solía ser usual tener que pedir la vez y esperar para poder hablar mientras otros te miraban desde fuera con cara de tener mucha prisa. Era un lugar de relación social como otro cualquiera, incluso llegó a ser motivo de una inquietante película protagonizada por José Luis López Vázquez. Ahora nos inquietan más las realidades que utilizan internet como medio para delinquir.

Pero no seré yo quien considere criticable un medio por el simple de hecho de que pueda hacerse un mal uso de él, al contrario, nos ofrece grandes posibilidades incluso en vacaciones. Así puede ser, por ejemplo, que les llegue hoy este artículo a pesar de que no me encuentre en casa. Internet también puede acercar las imágenes prácticamente en el momento mismo de tomarlas; en fin, que por suerte hemos pasado de la cabina telefónica comunitaria al ordenador personal (propio o del telecentro) que nos hace más plurales o al menos nos posibilita que lo seamos.