martes, 15 de abril de 2008

A la larga tampoco compensa

A la larga tampoco compensa

ESPERANZA MEDINA
Supongo que no seré yo la única persona que tiene la sensación de ser timada cada vez que algo bueno, barato y útil para facilitarnos la vida diaria aparece. También, imagino, que no seré yo la única en contratar algún tipo de servicio creyendo firmemente que aunque me resulte algo más caro, a la largaÉ compensa, ya que me va a suponer un ahorro según pase el tiempo. Pongo por ejemplo la compra de un coche, hace unos años había que decidirse por uno de gasolina o de gasóleo, lógicamente el de gasóleo era más caro, pero a cambio el combustible estaba más barato (nunca iba a ponerse al precio de la gasolina, pensaba yo, ¡qué ingenua!). Y me decía: «a la larga, compensa». Pues no, no compensó.

Algo parecido me ocurrió con cierta telefonía por cable, que te hacía incluir en el contrato la programación televisiva. No era necesaria, apenas hay nada interesante que ver en la tele (¡cuántas veces habré yo oído y dicho eso!), pero como la factura del teléfono salía más barata: «a la larga, compensa», me convencía yo al contratar un servicio que no necesitaba. Pues no, no compensó.

No sé si hablar de la inversión que muchas personas hicieron en la instalación de gas por tubería para uso doméstico con la esperanza de que tal inversión «a la larga, compensa», aunque el desembolso hubiese sido considerable en el momento. Pues no, no compensó.

Y a mí, que habían conseguido convencerme totalmente de que para esos usos (agua caliente, calefacción, cocinaÉ) era muchísimo mejor, más segura y más limpia la electricidad, me vienen ahora con una nueva tarifa, en la que el incremento de lo que gasto durante las horas de precio con recargo será aproximadamente de un 30% en relación a lo que ahora pago (ya con un 5% aproximado de recargo durante el día). Eso sí, se amplían las horas de tarifa reducida, de 22.00 a 12.00 horas en invierno y de 23.00 a 13.00 en verano. Es decir, que debo cocinar antes de las 12.00 en invierno, no calentar la comida a ser posible después de esa hora (ni la merienda ni la cena antes de las 22.00 horas), tampoco debo usar la plancha entre las 12.00 y las 22.00 horas, ni poner el horno, ni encender las luces, ni utilizar el ordenador o cualquier otro utensilio que necesite la electricidad para funcionar. El único problema es que suelo volver a casa bastante después de las 12.00 y acostumbro a hacer todas esas cosas antes de las 22.00 (incluido cenar). Pero ahora se convertirán casi en un lujo si quiero seguir manteniendo mi tarifa reducida nocturna para poder encender la calefacción, la lavadora, el termo del agua caliente y el lavavajillas, como hasta ahora.

¿A alguien se le ocurre qué había pensado yo cuando contraté esta tarifa? Exactamente eso: «a la larga, compensa». Pues no, no me compensó. Y lo peor de todo es que no puedo hacer nada ante estas medidas que se toman sin tener nunca en cuenta a los usuarios, sólo patalear un poco y seguir confiando en que encuentre alguna ocasión en que sea totalmente cierto eso de que: «a la larga, compensa». Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. De aquí al invierno que viene intentaré buscar una solución más creativa al frío que la luz eléctrica, quizá rescatar del armario la toquilla de mi abuela, ya veré, igual, a la largaÉ compensa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario