lunes, 21 de noviembre de 2011

Con la música a otra parte

Niños atrapados en la magia de una partitura

ESPERANZA MEDINA PROFESORA Y POETA

En mi caso, sería siempre música ajena, sonando en algún tipo de reproductor, lo que me tuviese que llevar a otra parte. Y es que tengo que confesar con humildad, aunque para quienes me conocen no es precisamente un secreto, que carezco prácticamente de oído musical. Eso no significa que no disfrute con la música y, sobre todo, con la música vocal.

Me emociona la voz humana. Los tonos, los matices, para mí imposibles, de una o varias voces; con o sin música que la acompañe y, por supuesto sin necesidad de comprender lo que dice. El mensaje no pasa por el intelecto, va directamente a las sensaciones. En ese sentido me da un poco de envidia la música: no tiene límites en la percepción, cruza de una parte a otra del mundo sin trabas. A la palabra, a la poética, le resulta más difícil viajar tan ligera.

Sin embargo me complace comprobar que los niños y niñas disfrutan igualmente de ambas. Voz y palabra, juntas o no, les hace sonreír y divertirse de la misma manera. Estos últimos días he compartido con grupos de chiquillos diferentes diversos espectáculos musicales. Con el alumnado del colegio que tiene entre tres y cinco años, nos acercamos el lunes de la semana pasada al teatro Campoamor en Oviedo, invitados al espectáculo «Cuéntame una ópera», donde, durante una hora aproximadamente, nos introdujimos todos en «La flauta mágica» de Mozart. Ninguno se cansó, ninguno se aburrió, ninguno quiso levantarse para marchar hasta que se encendieron las luces.

En el viaje de vuelta, mi compañera de asiento (cinco años recién cumplidos) imitaba con bastante gracia el momento álgido del canto de «La reina de la noche». Además, como no nos quedó muy claro en la historia que fuese una mujer mala, malísima, el juego se prolongó todo el viaje y todavía suena de vez en cuando en el aula.

El sábado, en Posada de Llanera, fueron los niños y niñas del coro «Pequecantores» como anfitriones, y «Contracanto» de Avilés, como invitados, quienes nos hicieron vibrar al ritmo, no sólo de sus voces, sino también de su alegría, de su entusiasmo, que les lleva a ensayar varios días a la semana y a esforzarse en un trabajo repetido, pero no monótono ni aburrido.

Gracias todo ello a los adultos que creen que dedicarle tiempo a la infancia es la mejor manera de no perderlo. El premio: la sonrisa de tanta gente menuda, que es sin lugar a dudas, la más valiosa.

2 comentarios:

  1. OOOOHHHHHHHHHHHH, Espe. Cuánta razón tienes!
    Y los adultos, al son de nuestros pequeños, seguimos descubriendo cosas que nos ponen la piel de gallina.

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  2. Ya lo creo, Marta. Es lo mejor de nuestro trabajo.

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