miércoles, 13 de febrero de 2013

Hagan juego, señores

La publicidad que puede acabar conduciendo a ludopatías


 


Lo que tiene el frío es que nos aconseja quedarnos en casita en la medida de lo posible. Eso conlleva en muchas ocasiones dedicarle más horas al sofá, la calefacción y el televisor.

Televisor que pasa mucho tiempo cambiando de una cadena a otra en busca de algo realmente interesante (que pocas veces llega, por otro lado). En estos saltos a través del mando a distancia dedicamos buena parte del tiempo a ponernos al día en lo que a anuncios publicitarios se refiere. Somos, en estos momentos más que nunca, sujetos pasivos, receptores de mensajes más o menos evidentes destinados a un único objetivo: el consumo.

La sociedad evoluciona, no cabe duda. Otra cosa es cómo lo haga. A veces la sensación es de una lentitud pasmosa (sobre todo en las cuestiones realmente importantes) y otras parece una frenética montaña rusa, una de esas gráficas cuyos picos suben y bajan evitando la horizontal y que se quedan totalmente fuera de nuestro control, incluso de nuestra comprensión.

Si reflexionamos un momento sobre aquella publicidad de nuestra infancia en la que «un negrito del África tropical» fue capaz de cambiar el aspecto y el sabor de la leche de nuestro desayuno, nos daremos cuenta de hasta qué punto lo que nos cuentan, aunque no nos lo acabemos de creer, nos convence e incluso, con el paso de los años, aquellas melodías, aquellas imágenes, nos devuelven un poco de la infancia.

En todo, está claro, hay un camino que vamos recorriendo. Uno espera que sea hacia delante, que avance, aun en el caso de que parezca que lo componen demasiadas curvas.

Hubo un tiempo en el que parecía que en la publicidad empezaba a no servir todo. Dejaron de hacerse anuncios de tabaco, de bebidas alcohólicas. Se cambiaron un tanto los estereotipos (me temo que sólo por exigencias del mercado), aunque no lo suficiente como para que se haya abandonado también el sexismo.

Sin embargo, aparecen otros objetos de consumo que con el tiempo pueden llegar a crear problemas y adicciones tan graves como el alcohol, el tabaco o cualquier otra droga.

Me sorprenden los anuncios de casinos o juego a distancia. La facilidad con la que uno puede perder su dinero desde su propio sofá, ése al que nos lleva el frío. Pero me asusta mucho más que haya ahora mismo un niño al que, como la del «negrito del África tropical», le suenen un día a infancia estas melodías.

Si es cierto que queremos que la sociedad avance, no todo deberá valer.

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