martes, 7 de mayo de 2013

Lo normal


Las lenguas no son excluyentes, sino que transmiten experiencias de vida

 
 


Hace un tiempo me preguntaba mi madre por una escritora de la que había visto una entrevista en la televisión regional . Cuando yo quise saber si hablaba en asturiano o en castellano en la entrevista, mi madre me contesto: «No me acuerdo, hablaba normal».

Lógicamente busque en internet y comprobé que ambas, entrevistadora y entrevistada, dialogaban en asturiano.

En estos tiempos en que manejarse en varios idiomas es tan necesario, no sólo para viajar, sino también para encontrar un trabajo, dentro y fuera de nuestras fronteras. Tiempos en los que ser bilingüe parece claramente una ventaja, resulta que convivimos con más personas bilingües de las que creemos. Personas que, como mi madre, no diferencian si lo que oyen está en castellano o en asturiano, porque lo entienden de igual modo. Personas que posiblemente llevan toda una vida realizando el esfuerzo de evitar la manera de hablar de su infancia porque siempre les dijeron que «sonaba mal, que hablaban mal». Todos ellos se merecen que sus biznietos y sus tataranietos vean también normal el asturiano.

Se merecen además que esas generaciones venideras sean capaces de escribirlo, de leerlo, de cambiar de lengua, según les apetezca, sin complejos y sin miedos. Sabiendo que hablarán un mejor castellano cuando sepan distinguir qué parte de su discurso es en una u otra lengua.

Recuerdo ahora, con tristeza por su reciente fallecimiento, aquella charla del profesor senegalés de la Universidad de Dakar, Amadou Ndoye, en la que hablaba de los idiomas como llaves para la vida, y hablaba mucho de la vida. De la vida de un senegalés que conocía perfectamente el castellano y que quería que el mundo también conociese a Senegal.

Contra lo que algunos piensan, las lenguas no son excluyentes, son una herramienta de comunicación y de transmisión, de transmisión de cultura, ya que las experiencias no siempre son las mismas, tampoco es la misma la forma de nombrarlas. Pero las experiencias pueden compartirse, igual que las palabras.

No son las lenguas las que nos separan, son los usos, los malos usos que algunos hacen de ellas los que nos ponen en guardia contra el objeto equivocado.

No reniego de ninguna de las dos lenguas con las que convivo, me gusta el castellano y me gusta el asturiano. A las dos les debo muchos momentos felices.

Si saber más de un idioma nos hiciera más pobres o más estúpidos, no nos resultarían tan admirables las personas que conocen tres, cuatro, cinco o siete idiomas.

En palabras del propio Amadou Ndoye : «Aprender un idioma es asumir una cultura. Y en el mundo hoy ser monolingüe es una enfermedad que se puede curar». Empecemos por lo fácil, lo nuestro.

1 comentario:

  1. Holas....tu artículo tiene doble vertiente....es innegable que el saber jamás ocupará lugar, aunque sigan habiendo voces disidentes que tildan al latín de lengua muerta...
    Que tu madre entienda el asturiano es la otra orilla que baña este río...porque como dice Nuberu al finalizar sus conciertos( regresar pronto)..gracias a una país que nos deja llevar 30 años cantando en una lengua que no existe...( Chus Pedro dixit).

    Queda dicho y entendido..

    Buena tarde.

    Bss.

    ResponderEliminar