martes, 4 de marzo de 2008

Viaje en el tiempo... (en autobús)

Viaje en el tiempo... (en autobús)

ESPERANZA MEDINA Confieso no estar muy familiarizada con la teoría de la relatividad, ni saber cómo afecta al tiempo y al espacio, pero la experiencia cotidiana me habla de que ambos se relacionan de forma relativa, al menos en los viajes. El tiempo que dedico en recorrer el espacio que me separa de Cangas de Onís (donde trabajo) me ocupa alrededor de una hora (hora y media si voy en autobús desde Oviedo).

Para recorrer un espacio infinitamente más pequeño, como es el que hay entre el parque del Muelle y Llaranes proporcionalmente el tiempo que empleo se multiplica.

Por ejemplo, si un domingo cualquiera durante la mañana quiero darme una vuelta por el barrio de los que fueran productores de Ensidesa, y como siempre tengo la mala suerte de llegar a la parada poco después de que acabe de salir el autobús, me toca esperar una hora en el parque que, por otro lado, no es un mal sitio, aunque la carretera no hace la espera muy agradable. Debo decir que hay más líneas en nuestra comarca que mantienen esa costumbre, parece que nos sugieren que los días de fiesta es mejor quedarse en casita.

Supongo que todas las compañías que se dedican al transporte tienen derecho a obtener beneficios, por supuesto también las que se dedican al transporte urbano, aunque éste deba ser fundamentalmente un «servicio público». Quiero decir que es importante que «el público» que necesita utilizar ese «servicio» pueda hacerlo, que sea realmente útil y que se pueda dejar el coche en casa cuando nos queremos desplazar por los barrios de nuestra villa.

Por suerte, en los últimos años el transporte urbano en Avilés se ha integrado en la ciudad, permitiéndonos acercarnos a puntos diferentes, y no necesariamente a los barrios de la periferia, como ocurría antes, gracias a un autobús (de la excesiva cuantía de ese billete de autobús quizás debamos hablar en otra ocasión). Llaranes parece ser un caso aparte, durante años la excusa para mantenerlo al margen era que los autobuses no podían pasar por «El Puentín», ahora ya no es así. Sin embargo hemos ido viendo a lo largo de los años cómo la periodicidad con que pasaban los autobuses se iba alargando: cada quince minutos, después cada veinte, más tarde cada treinta, en algunos momentos cada hora.

Nos atiborran con campañas publicitarias para el ahorro de la energía, incluso celebramos de vez en cuando el día de la ciudad sin cochesÉ (menos mal que suele ser en fin de semana y no necesitamos con urgencia usar el transporte público). La ciudad tiene que ser un lugar agradable para todos, vivamos cerca o lejos de ella. Y el tiempo debería servirnos para disfrutarlo, no para esperar en paradas de autobús. Todo es mejorable, otras ciudades cercanas han sabido hacerlo ¿por qué nosotros no?

En fin, sólo se me ocurre que intentemos disfrutar lo más posible de nuestros desplazamientos en transporte público y que quizás entre autobús y autobús alguien nos explique con calma la teoría de la relatividad de Einstein (por aprovechar el tiempo).

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