martes, 3 de febrero de 2009

Límites

Límites


Nada me haría imaginar mejores ríos que los que acompañaban mis tardes de verano


ESPERANZA MEDINA PROFESORA Y POETA Cuando se es una niña el mundo es pequeño porque es abarcable, es una certeza de futuro: podremos verlo todo, poseer todo lo deseado porque no habrá nada imposible. Pero también es grande, porque lo que caminamos, olemos y dominamos parece inmenso, un espacio que, por conocido y por nuestro, nos llena plenamente.

Así, por ejemplo, ir «de merienda» a la fuente «Santos» era toda una aventura. La libertad de hacerlo solos, la algarabía de los chavales que incluso se mojaban en el agua del regato; aunque a mí me parecía todo un río en condiciones. No sabía yo entonces lo anchos que pueden ser los ríos. Para abarcar toda el agua estaba el mar, el oficio del río era ser una corriente alegre, que arrastraba las hojas de los árboles a modo de barquitos con destinos lejanos y dejaba, casi siempre, ver las piedras del fondo. Ya digo lo grande que de niños hacemos lo pequeño. Entonces sin límites.

Nada me haría imaginar mejores ríos que los que acompañaban mis tardes de verano. He llegado a verlos mucho más anchos, más profundos y majestuosos, pero no sé qué pasa que ante todos siento el mismo temor, será que ninguno me deja ver las piedras de su fondo.

Ya no iba con mis amigos de merienda a ninguna fuente cuando leí aquel poema que recuerdo tan revelador: «Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar/ (?) / Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos)/ hay alguno que ya nunca abriré». Esos versos que Borges dice recuperar de Julio Platero Haedo no me han dejado volver a sentir la vida de la misma manera, ¿cómo saber qué libro, de mi biblioteca, ya nunca más volveré a abrir? Es extraño, misterioso o casual, no sé, cómo a veces unas simples palabras se nos enquistan en la razón para siempre. O en la sinrazón tal vez.

Quizás por eso, porque me niego a abandonar a su suerte a aquella niña que iba de merienda unos metros más allá de su casa como a una aventura, es que cuando viajo no me importa dejar cosas sin ver «para la próxima vez». Porque, aunque me dé vergüenza decirlo en voz alta, me siguen asustando esos ríos aparentemente tan quietos y tan profundos que me aseguran, serios, que «hay una línea de mi vida que no volveré a recordar».

Entonces me permito anotar en esta agenda mía y de ustedes aquello que no quiero olvidar. Y que prefiero los ríos que cantan, por alegres, a los que susurran.

No hay comentarios:

Publicar un comentario