martes, 20 de enero de 2009

Rebajas, rebajas

Rebajas, rebajas


El descenso de precios debería aplicarse a todo aquello que sí necesitamos: los pisos, el gas o la electricidad



ESPERANZA MEDINA PROFESORA Y POETA Ella buscaba una falda marrón, pero este invierno no parecía que ése hubiese sido el color de moda; muchas tiendas, muchos probadores y, al fin, una que parecía servirle no era exactamente lo que ella buscaba, pero ¡era marrón y estaba tan rebajada! Lo siguiente, ajustarla un poco de aquí y de allá, y en cuatro días, lista para recoger en la tienda. Pero al llegar a casa no le quedaba como ella esperaba, y ahora ya no la podía cambiar, quizá la ponga una vez o dos, pero seguramente acabará en un paquete de esos que hacemos cada temporada con la ropa que lleva rodando por casa años sin que nadie la use y entregamos a alguna asociación benéfica para paliar un poco el sentimiento de culpa que nos queda al haber despilfarrado el dinero.

Aunque no sólo «ellas» se dejan atraer por esa palabra que nos nubla el sentido, también a «ellos» les afecta cuando, por ejemplo, compran esos zapatos tan rebajados que al final nunca dan de sí lo suficiente y acaban en el mismo paquete que la falda marrón.

Y es que estos días nos rodea desde los escaparates de las tiendas una palabra con poderes esotéricos, que nos deja sin voluntad y nos incita a consumir y a comprar: rebajas, rebajas.

Eso no está mal, dicen que a mayor consumo, menos crisis, y con lo que se nos está viniendo encima, será bien recibido cualquier antídoto para esta situación. Sólo espero que el ejemplo cunda en otros ámbitos de nuestra vida más necesarios que la falda marrón o los zapatos estrechos. Estoy esperando («ellas» y «ellos» sé que también) a que se extienda la temporada de rebajas. Por ejemplo, febrero puede ser el mes de los pisos, marzo el de los transportes públicos, abril el de la electricidad, mayo el del gas, junio el del teléfono, julio y agosto de las frutas y verduras, septiembre el de los libros de texto, octubre el del pescado (y no el atrasado, por supuesto), noviembre el de todo tipo de carnes y diciembre el de las listas de espera en la sanidad (lo digo por aquello de cuadrar el año).

¿No dicen que a mayor consumo menos crisis? ¿O es que sólo se rebaja lo que no nos es imprescindible? Quizá si nos rebajasen un poco todo aquello que necesitamos y tiene precios abusivos podríamos darnos un capricho de vez en cuando y los comerciantes de nuestro pueblo no tendrían que ponerlo todo al cincuenta o al setenta por ciento cuando llega enero.

¡Paradojas que tiene la vida!

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