martes, 14 de abril de 2009

Será por santos

Será por santos

Al nuevo invitado de El Bollo, San Balandrán, cabe pedirle que no se lleve más altos hornos



ESPERANZA MEDINA PROFESORA Y POETA Ya está, se acabó la Semana Santa. Hubo para muchos gustos, no para todos porque está claro que la lluvia nos dejó a algunos en casita y con ganas.

Avilés cumplió con la tradición, por un lado la religiosa, con sus procesiones declaradas de interés regional, por otro con sus ciento dieciséis años de fiesta de hermandad, que aunque ya no sepamos con quién tenemos que «amigarnos» no por eso vamos a dejar de comer el bollo o salir a ver las carrozas (a no ser, claro, que tengamos que luchar contra los elementos, que contra ésos no pudo ni la Armada Invencible).

Carrozas que han evolucionado como la historia de esta villa nuestra, en las que hubo un tiempo que igual daba vestirse de asturiana que de sevillana para salir en ellas. Sinceramente no conozco el motivo de este último atuendo, pero así sucedía cuando yo era niña (claro que cuando yo era pequeña se ponían figuritas de toros y sevillanas encima del televisor en blanco y negro, que sólo se veía en color si se le fijaba a la pantalla una especie de plástico semitransparente con franjas horizontales con los colores del arco iris, pero ésa, seguramente, es otra historia).

Pasaron los años, hubo una época de carrozas mucho menos artísticas, hechas desde los barrios y con aires reivindicativos. Ahora se podría decir que tenemos «carrozas de autor». Los tiempos cambian.

Pero a nosotros los cambios no nos incomodan, sobre todo si aportan alegría, buen ambiente y si hay comida de por medio. Basta ver cómo ha crecido el número de comensales de la «comida en la calle» en sus breves años de historia.

Para añadir la guinda al pastel festivo, nos viene a visitar este año un santo, que dicen que lo hizo hace mucho tiempo y que ya me cae bien, sin conocerlo, porque tiene el nombre de la playa de mi infancia: San Balandrán.

Sólo espero que, como santo que es, sea también milagroso, para pedirle que nos devuelva su playa a los avilesinos, que podamos disfrutar de la arena y del agua en ese rincón de la ría que se llama como él y que, a ser posible, no se lleve más altos hornos, que un santo no puede ser rencoroso y que, aunque en su momento la siderurgia prácticamente hubiese hecho desaparecer su playa, un milagro pequeño nos lo puede dejar todo, que los asturianos seguimos teniendo que comer.

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