martes, 12 de mayo de 2009

Cincuenta años no es nada

Cincuenta años no es nada



El Colegio Marcos del Torniello, que cumple medio siglo, siempre animó a sus alumnos a la lectura



ESPERANZA MEDINA PROFESORA Y POETA Hace cincuenta años yo aún no había nacido. Hace cincuenta años era imposible que yo fuese a la escuela. Pero hace cincuenta años se abría un colegio nuevo que ahora se llama Marcos del Torniello.

Cuando yo empecé al colegio, hace algunos menos de cincuenta años, éste llevaba el nombre del dictador, al igual que el poblado en el que estaba. Aunque ya entonces se oía hablar de «La Texera» o «El Tocóte», tributo a la lengua fruto de la capacidad popular de nombrar, sabia y cargada de ingenio la mayor parte de las veces.

Desde luego, yo prefiero el nuevo nombre. Desde que supe de la calle Marcos del Torniello me he sentido atraída por el sonido de ese «torniello». Tardé un tiempo en saber del escritor en lengua asturiana. ¿Para cuándo una breve explicación junto a sus placas de quiénes son los ilustres que dan nombre a nuestras calles? Todo es cultura y todo ayuda a identificarnos con este pueblo nuestro y a evitar aquello de «¡anda, mira, si se llama igual que la calle!».

Y digo que me gusta que mi primer colegio lleve el nombre de un escritor tan nuestro, porque allí descubrí lo mucho que me atraía la poesía y disfruté de cada uno de los libros de lectura que había en las aulas.

El Marcos de Torniello era un colegio de espacios amplios (o así lo recuerdo yo), con ventanales a un lado y galerías al otro. Un colegio, es cierto, que habitábamos separados niños y niñas durante los primeros años; pero que tenía en cada aula vitrinas o estanterías con libros, a veces en las paredes de la propia clase, otras en un cuarto pequeño donde dejábamos los mandilones y nuestras cosas.

El Marcos del Torniello tenía una biblioteca llena de libros, que atendía don Ángel todas las tardes. Yo permanecía media hora cada día a la puerta del colegio esperando a que el profesor volviera de su casa a abrir la sala de lectura. A mí no me daba tiempo a ir y volver de la mía. Entonces, en aquellas tardes, decidí que la mejor profesión del mundo era ser bibliotecaria. Luego, con los años, he escogido otra.

No recuerdo si entonces los inviernos eran fríos, o si llovía mucho. Sólo recuerdo la pasión por leer, la felicidad que me daban los textos y la riqueza de aquel mundo literario que puso en mis manos el colegio Marcos del Torniello. Por eso ¡Felicidades y que cumpla muchos más!

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