lunes, 20 de julio de 2009

Se permite cantar

Se permite cantar


La costumbre de «echar un cantarín», antes tan frecuente en bares y reuniones familiares, está de capa caída



ESPERANZA MEDINA POETA Y PROFESORA Estos días que vivimos en pleno baile de gaitas y pueblos celtas me ha dado la vena nostálgica y sin saber muy bien dónde está la raíz de aquello he vuelto a los paseos de la mano de mi padre que acababan en algún chigre «echando un cantarín» (él, claro está, que yo me dedicaba a mis aceitunas y mi refresco).

Una costumbre que hemos perdido por completo: cantar juntos, sin necesidad de ser amigos o haber quedado para la ocasión. A pesar de mi falta de oído musical. me encanta oír cantar. Quizá porque recuerdo aquellos coros improvisados de los chigres, aquellas sobremesas de las reuniones familiares en las que una cucharilla y una botella vacía eran el mejor de los acompañamientos musicales a un repertorio que me sabía (y aún me sé) y al que yo acompañaba por lo bajo para no desentonar demasiado: «Soy de Verdiciu, nací a la vera del Cabo Peñas xunto a la mar...» o aquella «Es Avilés la ciudad más bonita y galante, tiene co-modidades de una ciudad grande...», y tantas otras que recuerdo con auténtico agrado.

Junto con las que me enseñaba mi profesora de los primeros años de colegio, doña Eulogia, que paraba a mitad de mañana una o dos veces para que descansásemos entre lección y lección «echando un cantarín»: la danza prima de Avilés o el xiringüelo. Y es que recuerdo aquellos años de escuela como una experiencia feliz llena de descubrimientos. Sólo siento que sea ya demasiado tarde para decírselo a ella.

Algún antropólogo podrá explicar de dónde viene esta costumbre nuestra de cantar cuando bebemos y comemos, de alegrarnos juntos compartiendo letras y músicas populares. Y no digo yo que no se haga en otros sitios, pero hay que reconocernos el valor (o la chulería, según quién lo mire) de haber hecho himno oficial una canción patrimonio de los chigres durante muchos años. Y a mucha honra, que conste.

Por todo eso me parece tan estupendo que se convoquen encuentros de canciones de sobremesa. Este otoño podremos disfrutar del tercero que se lleva a cabo en nuestra comarca organizado por la Asociación de Veteranos del Miranda Club de Fútbol y el grupo de canto «Amigos de Miranda».

Y ya que aquellos carteles que proliferaron en otro tiempo por bares y sidrerías prohibiendo cantar y escupir en el suelo consiguieron su objetivo (cosa que en lo referente a lo segundo me parece perfecto, a ver cuándo se generaliza a las vías públicas), se me ocurre proponer que igual que se reservan en los locales hosteleros zonas de fumadores, se plantee la posibilidad de crear zonas de cantores, que sin molestar a nadie puedan disfrutar de la perdida costumbre. Hasta es posible que la iniciativa sirva como reclamo para llenar algunos locales.

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