lunes, 25 de abril de 2011

La buena educación

Reflexión sobre un gesto tan «natural» como tirar los papeles al suelo


La buena educación

ESPERANZA MEDINA PROFESORA Y POETA Domingo de Ramos, sol, las terrazas a rebosar. Gente guapa y no tan guapa con ganas de verano. Ropa nueva, primaveral.

Prohibición de fumar en los bares, hay que salir fuera. Sin problemas, hace sol y dentro no se nos ha perdido nada.

Fumar fuera no quiere decir necesariamente salir del bar con la cajetilla recién comprada tirando a la acera cada trozo de plástico o papel que se quita para inaugurarla y fumar el primer cigarrillo. Eso sí, con naturalidad, con gran naturalidad, como si se hiciese todos los días (me temo que así es). Debo reconocer que me impactó el gesto de la atractiva dama.

Me ha sorprendido siempre la soltura con que algunas personas tiran a la calle todo tipo de objetos. En ocasiones me apetece ser un poco mala, llamarles con exquisita educación para decirles que «se les ha caído algo al suelo». Pero soy tímida y la mayor parte de las veces sólo lo pienso.

Últimamente se habla mucho de la educación española, mejor debería decir «se desprecia mucho» la educación española, y ahora me refiero a los conocimientos que nuestros jóvenes poseen al terminar la escuela, a las habilidades, destrezas, hábitos, etcétera relacionados con el aprendizaje. Van de boca en boca las maravillas de la educación finlandesa, su método de trabajo, sus logros, sus resultados, parece ser que a años luz de los nuestro. Se culpa de todo, como no, a la «ineptitud» de nuestros profesores. Que posiblemente muchas veces lo podríamos hacer mejor, pero nos faltan esos métodos con los que, por desgracia, la universidad no nos puso en contacto en su momento. La mayoría de los maestros aprendemos a ser docentes como a conducir, con el día a día, con el contacto con nuestros alumnos y compañeros que nos muestran el camino que ellos ya anduvieron.

Pero de lo que sí estoy segura es de que todos y cada uno de nosotros le contamos a nuestro alumnado cómo comportarse de manera cívica en el entorno social y natural en que nos movemos. «Los papeles a la papelera, la basura al contenedor» es la cancioncilla que repiten niños y niñas desde los primeros años de colegio. Para que luego cuando algunos de ellos les dan el papel del caramelo o la bolsa de patatitas recién terminada a sus progenitores éstos lo tiren al suelo sin ningún remordimiento.

Me pregunto si será que las papeleras de Finlandia están mejor situadas que las nuestras.

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